LA AVENTURA
FINAL DEL Sr. F.
El Sr. F. hacía tiempo que no
soñaba. O mas bien que, como no los
recordaba al despertar, no podía contar ningún sueño. Su mujer , que sí podía
recordarlos, los anotaba cuidadosamente desde que comenzó a darse cuenta de que
sus sueños formaban secuencias, se continuaban uno con otro, al punto que
terminó por convencerse de que vivía dos veces al mismo tiempo. Una vida de
vigilia en la que era sin duda la Sra. F. y otra vida, onírica, en la que se
mantenía joven y completamente libre. En sus sueños, su vida amorosa era
errática y apasionada y tenía que reconocer que no se parecía mucho a la vida moderada y tranquila que llevaba
junto a su Sr. F.
-
Y yo no aparezco en tus sueños? –
solía preguntar con cierta preocupación el Sr. F.
-
No. Nunca. Ahí soy otra y no estoy
casada contigo. Ni siquiera te conozco.
" Bueno...si ni siquiera
me conoce...no puedo ofenderme",se quedaba pensando él.
Los hijos, ya grandes, se morían de risa con
esa madre que, con total inocencia, llevaba una doble vida.
-
Menos mal que mamá no se
psicoanaliza. Podría espantarse – comentaba el mayor, armando jarana.
-
A mí no me vengas con esas historias
del inconsciente y todo eso. Nadie puede reprocharme nada.
-
Pero te divertís muchísimo cada
noche.....
-
Si. Pero sin moverme de la cama.Mi
otra vida transcurre entre los brazos de tu padre.
-
A mí me parece estupendo que mamá
conozca emociones fuertes y que, aunque sea en sueños, conozca otros hombres.
Ha tenido una vida demasiado ordenada – opinaba la única hija, la menor de los
tres.
Así pasó mucho tiempo hasta que un día
el Sr. F se sentó en la cama con gran ímpetu al despertar. Miró a su mujer que
dormía con una sonrisa a su lado, apenas iluminada por la suave luz primeriza
de la mañana.
Por un instante, desconoció a su esposa. El
cielo de su mente había sido absolutamente tomado por una cara
resplandeciente. Como si un sol extraño
se le hubiera metido en los ojos. Era una cara de mujer asombrosamente blanca y
hermosa, con iris azules como lirios y pupilas dilatadas, tan profundas que
inquietaban.
A medida que la visión se fue desvaneciendo,
el Sr. F reconoció, no sin asombro que, por fin había soñado o que podía
recordar algo de un sueño.
Impresionado como estaba...estuvo a punto de
comentar su extraordinaria visión a su mujer y hasta a sus hijos, pero algo lo
detuvo. Nunca había tenido un secreto y , de pronto, le pareció muy sabroso
tener uno. Nada menos que una bellísima mujer dentro de los ojos.
Vivió ese día entre turbado y un tanto
ciego.
-
Estás muy distraído hoy. Te pasa
algo? – le preguntó varias veces su mujer.
-
Nada. Qué me va a pasar? –respondía
él.
Se
acostó nervioso preguntándose si volvería a soñar con la cara maravillosa. Y
ocurrió que, no solamente volvió a soñar, sino que vió a la mujer de cuerpo
entero, paseando muy serena por el
cielo de su mente. Primero la divisó
muy tenue, envuelta en una ropa traslúcida,evanescente y clara, tal como si
fuera lo que imaginaba como ángel. Pero
luego la imagen se volvió más diáfana y el vestido de la mujer se fue volviendo
azul profundo. Un azul que la siguió
cubriendo hasta que su misma cara se quedó también azul.
El Sr. F. volvió a despertar
maravillado. Y decidió conservar su
secreto un poco más. De pronto sintió que su vida se renovaba, como si
renaciera o si se estuviera volviendo joven.
Al tercer sueño caminó con la mujer por un
campo deconocido cubierto de flores amarillas. Creyó reconocer las flores de
mostaza que llenaban la quinta de su padre cuando era niño. Pero el campo del
sueño no era la quintita de su padre. Era un campo sin fin, interminable como
el horizonte violeta. La mujer no habló y él tampoco. No sabía que en sueños
podían percibirse los perfumes pero la mujer olía a incienso y, por un segundo,
un impulso de la brisa le hizo sentir algo de su pelo azul en la mejilla.
Caminaron mucho sin llegar a ninguna parte...salvo a su propio despertar,
abrupto y sentándose en la cama.
Y así varias noches, caminando cada vez más
tiempo y más lejos pero sin más destino que el despertar.
Sabe Dios cuanto hubiera seguido así,
dichoso de soñar, desencantado al despertar y alucinado con su secreto. Pero
una tarde, al mirarse en el espejo del baño para afeitarse, en lugar de su
cara, vió la cara completamente azul de la mujer de sus sueños.
Entonces, comenzó a inquietarse. Si la
mujer se salía del cielo de su mente...qué podría pasar? Y si tomara su casa,
si se dejara ver por su esposa...qué pasaría con su preciado secreto y, sobre
todo, con su ordenada y apacible vida?
Pero
la mujer, si bien escapó del cielo de su mente, no se dejó ver por nadie más
que por el Sr. F. y, aún así, con muchísima delicadeza. A veces no era más que
un repentino fulgor azul en la ventana, otras se deslizaba por un segundo en el
pasillo dejando una ligera estela azulada.
Pero,
las más de las veces, era un relámpago en los espejos. Con el paso del tiempo
se fue dejando ver más y mejor, al punto que el Sr. F. navegaba y se perdía en
los ojos de su aparecida. Un día sintió que se ahogaba en ellos y sintió
pánico, pero ella lo devolvió a la orilla de sus iris, sano y salvo. Desde entonces él evitó sostenerle la mirada.
En tanto,la Sra. de F. seguía soñando y
recordando sus sueños, como siempre. Sin embargo,algo empezó a cambiar. Los
hijos, en especial la hija, advirtieron que no solamente los comentaba menos,
sino que se la veía taciturna. En la cocina dejaba correr el agua con la mirada
perdida o , de pronto, se quedaba con una vaina de arvejas en la mano, como
congelada y ausente.
-
Mamá, qué te pasa?
-
Cómo? Ah...nada, hija.
-
Y tus sueños?
-
Bien. Gracias.
-
Ya no te divierten?
La
Sra. de F. se quedó mirando delante de sí. Y demoró en contestar.
-
No
- y sus ojos se llenaron de
lágrimas.
La
hija llenó un vaso con agua fresca.
-
Tómalo, mamá. No querrías hablarlo
conmigo?
La madre se sentó y, tomando de a sorbos el
agua, dijo:
- Mis sueños fueron mucho tiempo alegres y
aventureros. Caminé y bailé con muchos hombres encantadores. Era como si en mi
otra vida viviera otra juventud. En esta vida me casé muy joven...ahora creo
que demasiado joven y a tu papá no le
gustaba bailar. Ahora....todo cambió. Hace muchas noches, ya no se cuántas, que
sueño el mismo sueño.
-
Por qué ya no es divertido? Bailas
con alguien que no te gusta?
-
Ya no hay bailes en mi sueño. Sólo
hay un hombre. Creo que siempre es el mismo...aunque no puedo verle la cara.
Corre todo el tiempo delante de mí. Y yo corro detrás pero no puedo alcanzarlo.
Y por alguna razón siento un terrible amor por ese hombre. Y muchísimo dolor.
Si, hija, siento amor por un hombre desconocido y cuyo rostro no he visto. Tal
vez lo conocí en otro sueño y lo he olvidado. Pero el amor y el dolor escapan
al sueño. No se extinguen cuando
despierto. Todo el tiempo siento como una mordedura en el corazón y...ya no puedo
mirar a tu padre a los ojos. Ahora mismo... me siento morir.
Y la Sra. de F. se echó a llorar en el
regazo de su hija.
Pasó y siguió pasando el tiempo...y
los tres hijos cada vez más alarmados, con un padre que hablaba cada vez menos y parecía quedar
dormido frente a los espejos, y con una madre que lloraba por los rincones.
Llegó la primavera y los zorzales más
que cantar parecían gritar en el jardín. La hierba, los árboles, todo salía del
letargo menos el Sr. F. Y la Sra. de F. que siempre se había mantenido hermosa,
parecía marchitarse día tras día. Bajo un sombrero inmenso, trabajaba en el
jardín, rastrillaba, acomodaba la tierra, sembraba...o al menos lo intentaba,
porque las semillas se le caían de las manos y rodaban al acaso y se quedaban
donde querían ellas porque la sembradora no tenía voluntad.
A veces, pocas, ante la sorpresa de los
hijos ya que la madre no se daba cuenta
de nada, el Sr. F. decía cosas extrañas, quizá cosas que ni él sabía que había
querido decir siempre.
-
Papá está enfermo – dijo el hijo
mayor.
-
No. Está envejeciendo. Muy rápido –
dijo el del medio.
-
Ustedes no saben nada de nada. Papá
tiene un secreto. Un secreto que lo está comiendo – dijo la hija.
-
Cómo lo sabes?
-
No se. Pero soy mujer. Las mujeres
nos damos cuenta de esas cosas.
Un atardecer cálido, en que estaban cenando cerca de una ventana abierta
sobre el jardín, el Sr. F. rechazando la sopa, preguntó de repente:
-
Alguien me cantó alguna vez para
hacerme dormir?
Los
hijos se miraron sorprendidos.
- Ah...es triste que no se pueda recordar a la
madre – siguió diciendo el Sr. F. - Pero
estoy casi seguro de que nadie me cantó. Tampoco me contaron cuentos antes de
dormir. Y cómo deseaba yo que me contaran
algo ...misterioso, algo mágico antes de dormir. Las esposas tampoco
cantan, ni hacen cuentos antes de dormir.
La Sra. de F. continuó con la mirada perdida
sobre la sopa que se enfriaba.
El Sr. F. se levantó y se alejó de la mesa,
los ojos fijos en la ventana.
-
Qué fue lo que se movió allí? En el
jardín.
-
Un pájaro, me parece – dijo la hija –
Pero... hay pájaros azules?
-
Un pájaro azul...? Entonces tengo que
salir. No debe alejarse.
-
Papá...quién podría detener a un
pájaro?
-
Por favor...traigan una red...Nada
azul debe escapar de esta casa!
Y el Sr. F. salió al jardín donde bajaba
la noche, y donde todo se había puesto azul, de pronto.
-
Quiere dejarme. Ya no me deja ver su
cara. Sólo deja rastros azules...y ahora se ha convertido en un pájaro que escapa.....
Los tres hijos se miraban consternados.
-
Tal vez no era un pájaro. Algo se
movió entre las ramas del ciruelo y me pareció... - dijo la hija, de repente espantada.
Pero no pudieron detenerlo cuando el Sr.
F. les dio la espalda y se internó corriendo en el jardín. Su campera abierta
se agitaba como una extraña señal de despedida.
-
Papá! Dónde vas?
-
Nadie puede venir conmigo...Arriba,
en el escritorio les dejé algunas cosas para que me recuerden....relojes,
lapiceras,pañuelos, gemelos...retratos...y algunos libros de cuentos – les
gritó el Sr. F. sin volverse y sin dejar
de correr - No dejen de contar cuentos
de hadas a los niños, ni dejen de cantar suave por las noches....Y cuando todo
sea azul....no se resistan......No se resistan.....
Entonces la Sra. de F. lanzó un grito.
Un grito que congeló al tiempo, un grito salido del más herido corazón y, con el pecho sangrando, corrió y corrió
sin poder alcanzar al Sr. F. hasta que éste cayó desplomado sobre la hierba
azul.
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