Por Alejandro Cifuente
Los escritos de Edgar Allan Poe son un misterio en si mismos. Extraños cuentos de terror melancólico; poemas estrictamente pensados para causar un efecto en los lectores, y ensayos que predicen, por ejemplo, la teoría del Big Bang o encarcelan a la poesía en un espacio de producción mecánica y lineal de belleza.
Poe incursionó en los cuentos de terror por una exigencia de la época. Este es el antecedente más claro para ubicarnos en un espacio tiempo que no existe, en una narración que se busca a si misma dentro de los parámetros estilísticos del "dark romanticism".
La simbiosis entre su estilo deductivo y macabro nos muestra un panorama homogéneo, una gran novela que simbólicamente se continua y se refuerza con cada texto. Es difícil creer que todas sus obras fueron concebidas de forma consciente, como lo demuestra en "Filosofía de la composición", pero su concepción racional nos introduce enseguida en una preciosa encrucijada y nos hace dudar. Poe explica: "Al escribir estos cuentos uno por uno, a largos intervalos, mantuve siempre presente la unidad de un libro". Así, da testimonio del estado de conciencia establecido entre él y la unidad de sus creaciones. En tal sentido, podemos decir que, casi un siglo antes de que Huidobro fundara la corriente poética creacionista, Edgar Allan Poe le puso su sello y, como un mago, reveló el truco de la construcción poética consciente.
Por otro lado, La naracción de Arthur Gordon Pym (The narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket 1838), es la única novela de Poe. Este texto está plagado de detalles macabros y un desenlace indescifrable. Sin embargo, la novela fue muy valorada por los surrealistas que destacaron en ella la especial eficacia evocativa de elementos inconscientes. Si por un instante nos situáramos en el contexto histórico de las vanguardias de la poesía del siglo XX, el autor de "El cuervo" simpatizaría tanto con surrealistas como con creacionistas, ambas corrientes enemistadas entre si. Por esta razón, se deduce en este autor, una necesidad irrestricta de racionalizar todos los elementos de su obra, aunque dichos elementos sean de carácter contingente.
Su poder de entendimiento está cargado de intencionalidad, pretendiendo demostrar a través de axiomas intuitivos sobre la naturaleza humana, que su creación artística sólo obedece a un sentido estético reflexivo.
Así es como Poe se da un carácter de Dios, capaz de descifrar los recovecos más profundos de la mente humana y bombardearla de sensaciones hasta poder lograr el efecto deseado. No por nada Robert Louis Stevenson, en su conocido ensayo "Las obras de Edgar Allan Poe", llegó a afirmar: "Quién fue capaz de escribir Rey Peste, dejó de ser un ser humano". De esta forma el superhombre de Nieztche sólo puede ser el autor, el escritor.
También fue un ferviente enemigo del "didactismo moralizante", tan utilizado en la literatura de aquel entonces. Según el crítico Félix Martín, al descartar esa corriente como objetivo de la obra de arte, Poe libera a su creación de criterios de verosimilitud externos y da rienda suelta a aquellos elementos fantásticos y formales que la configuran estéticamente, configuración apreciable sobre todo a través de los efectos que produce en el lector.
El autor de "El corazón delator", considera al cuento una sucesión de hechos que llevan a un fin. El lenguaje es la herramienta que ayuda a realzar la intensidad del texto enfocándolo hacia ese final establecido. Si bien en otros autores no se nota tanto la pérdida de sustancia de la lengua, en Poe es inevitable notar que existe una complejidad en los fonemas de las palabras en inglés que se pierden con cualquier tipo de traducción.
Una extensión razonable es una necesidad. Un relato demasiado corto pierde el desarrollo de la idea , provocando un salto abrupto en lo que debería ser un crecimiento lineal moderado, produciendo un abismo entre el lector y el texto. La longitud del escrito, también es importante para que Poe pueda lograr el efecto deseado. A diferencia de la novela, un cuento se puede leer de una vez y, de esa forma, percibir la intensidad del relato en su totalidad.
Por último, queda en evidencia un doble mensaje, tal vez inconsciente. En primer lugar, la necesidad de una construcción lógica de los sucesos y, por otro lado, su inclinación a la necrofilia y al sadismo. La dialéctica que une dichos elementos es un absurdo catastrofismo. Sólo los seres dotados de razón son conscientes de la muerte y se apasionan por ella. Cabría preguntarse si este análisis que, en los textos de Poe, se nos revela como una visión, es un fundamento de la naturaleza del hombre, una revelación o una crítica.
Nuestra preocupación por la muerte, la crueldad, el sadimo, ¿son productos residuales de la razón? Esta pregunta se formula cuando uno termina de leer los textos de Poe y contextualizar su pensamiento con su obra. Las circunstancias hicieron al escritor. La necesidad social de lo tétrico y de aquello que llamamos inhumano pero que resulta mucho más recurrente para la humanidad que lo humano, lo convirtieron en un ícono. Y aunque pasemos nuestra vida en el purgatorio de sus ideas, el planteo está hecho: ¿Podrá el hombre resolver esa contradicción autodestructiva que le genera la razón? Dijo el cuervo: "Nunca Más".
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