domingo, 6 de octubre de 2013

Leva Cosanovich: “Más que artista, me siento un artesano de las Letras”

Leva Cosanovich junto a Mempo Giardinelli
ALTERNATIVOS
Por Marina Nill
CHACO, ARGENTINA.-“La vocación, aparece algo difusa en el ámbito donde me críe (Colonia La Montenegrina). Pude acercarme incluso a vocaciones algo raras como las de cura, ya que mi abuela donó una parcela donde se hizo una iglesia, o las de futbolista pues eso era lo que hacíamos todos los fines de semana con mis hermanos (somos cuatro varones). Pero a mí ni a ningún otro montenegrino de la colonia se nos habría ocurrido que alguno de nosotros pudiera ser escritor.”
Así comienza el relato de su vida y carrera literaria Leva Cosanovich, nacido en la ciudad de Resistencia (Chaco) en noviembre de 1965.
“En mi caso, el germen de algo nuevo que se me presentaría fue una tragedia”, continúa relatando. “Cierto día mi padre nos abandonó, simplemente se fue y no volvió más. “Pero me dejó los libros” como dice un poema mío. Imaginemos: año 71, 72, sin electricidad, en medio del monte solo con lámparas de querosén, sin la famosa soja, en esos algodonales inmensos del Chaco, sin padre, con tres hermanos más pero con libros. Algunos datos los he perdido pero mi madre jura que leí Papillón a los ocho años, cosas tan eclécticas que recuerdo haber leído luego de aquél libro de Henry Charriere: el Capital de Marx, o La vuelta al Mundo en Ochenta días.
“Dos veces una tragedia me sirve para lo que habría de ser: Ya en Sáenz Peña, en el secundario, tengo un accidente de automóvil con dos amigos más, un fin de semana, y mueren mis amigos. Mi madre era secretaria en un colegio secundario nocturno donde ella misma había egresado. En esa época llegué a leer tres libros algunos días en esos casi dos años de convalecencia, casi a diario me “renovaba” los libros que me había traído la noche anterior, a veces era solo uno pero a veces, ya lo dije, dos o tres.
“Hasta ahí, solo un lector, pero no era el único: vivía con nosotros una tía (Adriana, madrina de mi hermano Adrián) a quien no puedo recordarla sin un libro a mano, en las sobremesas, en los bares… A ella le “robé” varias novelas (Arthur Halley, Dominique Lapierre, Larry Collins, Le Carré, Grisham) que me cautivaron. Ella me alentaba mucho a leer, se ponía contenta cuando me veía imitarla. Comencé a andar a todos lados con un libro a cuestas hasta el día de hoy.
“La escritura comenzó en la secundaria, donde tuve, como siempre ocurre en estos casos, una excelente profesora (la Sra. De Estévez) que me alentaba mucho y a quien sorprendía en clases por haber leído casi todos los libros que ella nos iba dando ya que podía contarle los argumentos de antemano. Ella me apuntó algunos autores, me puso un 10 en literatura y me llevó directamente hacia otros caminos superiores sin importarle la currícula escolar. Cuando presenté mi primer libro en el 2012 lamenté muchísimo que estuviera enferma y que no hubiera podido ir, no creo que me recuerde entre tantos alumnos pero ella fue otra bisagra aunque se esté enterando ahora.
“En el secundario aparece la poesía con muchísima fuerza y un amigo poeta improvisado como yo quien me la muestra y enseña a amarla hasta el día de hoy, (Rubén Habarta) con muchísima más sensibilidad que yo y a quien hasta ahora, cuando suelo cruzarlo por la calle, lo conmino a volver a retomar el hábito de la escritura poética. El poeta no muere, solo duerme y allí, por las calles saenzpeñenses, anda un poeta, un buen poeta, que no ha querido pagar el precio. Una lástima.
“Luego me llegó toda la poesía española del siglo de oro, Bécquer, y dos tipos que nos rompieron la cabeza a Habarta a y a mí: Benedetti; y el corazón: Neruda. “Recién en la universidad comencé a escribir una prosa jeroglífica a instancias de Borges y García Márquez, dos movimientistas o creadores de movimientos que deberían haberme hecho juicio por plagio en aquella época porque no lograba substraerme de su atracción como si ellos fueran una ley de gravedad literaria y todo lo que escribía era ultraísta a la manera borgeana o realista mágico, como Gabo. “Nunca dejé de leer historia, siempre me intrigaron las historias de personas que valieron la pena, o incluso de lacras que le hicieron mal a la humanidad, ellos enseñan también pero por el absurdo, eso que hacen o hicieron nos enseña lo que no se debe hacer. No creo equivocarme si digo que Biografías es el género que más leí en mi vida, de algunas personas como Napoleón, Alejandro o Gandhi, supongo que más de tres libros cada uno. 
Leva confiesa que “no he terminado la carrera de abogacía, justamente por empezar la literaria. Un día en un bar le expuse a un amigo alguna de mis dudas al respecto, si recibirme y luego escribir. La cuestión se zanjó al preguntarme: “qué querés hacer vos”. Punto, en ese momento no le contesté, nos levantamos de la mesa entendiéndolo: Quiero ser escritor le hubiera dicho. Y mi amigo hubiera contestado: pues bien, ve a intentarlo.
Soy productor de seguros de vida de una multinacional y eso me financia la vida, es decir también la literatura. Es un trabajo flexible que hago con el mayo de los gustos; tengo hijos grandes de un primer matrimonio en Resistencia y otro de tres añitos del actual en Buenos Aires. Me he hecho un plan de lecturas mínimas para cada año para compensar los años en que no leí lo suficiente. Y me he ido rodeando de buenos libros que he leído, muchos de los cuales, (de autores que admiro) ellos desarrollan su propia experiencia respecto a la escritura. Los leo y releo para compensar los baches de mi educación al respecto. Yo opino que nadie puede enseñarte a escribir, pero sí a corregir, lo primero es un camino individual y muy tedioso, yo escribo todos los días en que no voy a la oficina desde las cinco de la mañana. 
Pongo el reloj y si remoloneo un poco porque hace frío pienso que alguien está escribiendo la hoja que me correspondería escribir a mí, entonces me levanto de un salto, aparte porque decidí dejar la autoconmisceración a un lado, dejar de culpar a alguien por lo que no soy o no hice. “Porque soy pobre, porque no tuve una educación adecuada, porque no tuve padre, porque me divorcié, porque tuve que trabajar desde niño, porque, porque, porque…esas cosas me amarraron mucho tiempo de mi vida. Ahora tengo una urgencia desconocida por remontar el tiempo y aprovechar cada día de la vida en lo que amo.
“Estar frente a una hoja en blanco es intransferible, uno siempre está solo frente a una hoja, pero el resultado de ese trabajo sí puede ser mejorado, el escritor es un artesano más que un artista, yo vuelvo y revuelvo sobre las palabras, sobre las comas, necesito que una frase aprenda a respirar. Heidegger dice que las palabras tienen relaciones secretas entre ellas. Yo voy más allá, y trato de ser más específico, yo digo que copulan. Sabemos que no es lo mismo la cópula (ese acto secreto casi mágico) con Juan que con Pedro. Tampoco son lo mismo casa y hogar.
Las palabras son pasibles de ser unidas, hay que verlas juntas, mirarlas, sentirlas cómo suenan en voz alta. También en silencio, porque hay escritores para ser leídos en voz alta y otros en silencio. Pero sí, más que artista me siento un artesano. No soy un artista a la manera de un diseñador o un orfebre, mucho menos como un pintor, sino un trabajoso labriego, (como lo fue mi abuelo montenegrino) que fue aprendiendo en qué estación escribir qué cosa, que sabe cómo hacerlo, a qué medida enterrar una semilla de la otra, cuánto riego, cuánto sol y cuándo la planta ya está para la cosecha.
“Si bien todavía no pagué ninguna edición (y eso no es un desmedro porque estuve a punto muchas veces de hacerlo) mis libros no llegan todavía a ninguna batea, los he vendido en las presentaciones, por Internet y sobre todo se los he “enchufado” a mis amigos y conocidos. Esa es la tarea más difícil del escritor, ni siquiera es la de escribir, porque supongamos que escriban y publiquen digamos 100 personas. 
Más o menos una, o media persona nomás llegarán a las bateas de las librerías (Menos del 5%). Ojo, si usted va a la batea de una librería hallará que el 90 % de los libros editados constituyen basura. Muy lejano a lo que llamamos literatura. Los editores dicen que con ese 90% de esa basura se edita el 10 % de la literatura. También hay que entender que editar libros es un trabajo como vender bulones o cajones para muertos y si la gente quiere saber con quién se acuesta determinado conductor televisivo, o cuantos gramos de cocaína se mete en la nariz tal político, o las siete maneras de hacer al amor en la bañera, pues bien, el señor que vive de eso, y tiene una imprenta, no tiene más remedio que editarlo. Pero hay excepciones, editores que aman editar buenos libros. A mí no me llamó ninguno todavía.
“En 2012 Cultura del Chaco me editó “Durmitor”, una selección de cuentos suburbanos, rurales. “En 2013 Ediciones Recovecos me editó “A ras del Suelo” un poemario escrito en prosa poética para poder ser editado. “La poesía no se vende”, me dijeron y yo me puse contento porque pensé que era una consigna revolucionaria. Luego me explicaron mejor: No, querido, poesía no, tratá de no escribirla porque nadie la compra. Yo creo que “A ras”… es un libro revolucionario, distinto, muchos de los escritores colegas que lo leyeron me lo confirmaron después, así que estoy feliz con ese libro como con “Dúrmitor”. El profesor Arcadio Molina dijo alguna vez que determinado cuento que se halla en libro merecería formar parte de la antología chaqueña de todos los tiempos, imaginate estar al lado de Mempo o Mariano Quirós. Ya está, dije, si Arcadio no me mintió, (y Arcadio nunca miente cuando habla de literatura) el libro valió la pena. Luego una circular recomendó leerlo en las aulas de mi provincia. O sea que “Dúrmitor” se lee en las aulas de la Escuela 180 de la Montenegrina allí mismo donde yo asistía en alpargatas junto a mis hermanos.B B --
“La AMIA me editó un cuento en una antología en 2010 y ese mismo año Metrovías me editó otro, ambos cuentos que habían sido seleccionados en concursos públicos. La comunidad Gallega en la Argentina y la Unión Cívica Radical también editaron cuentos en libros que no he recibido nunca ni he ido a buscarlos y algunos poemas ganaron también su lugar en alguna que otra antología.
“Ya está en proceso de edición otro poemario “Inauguración de la muerte” sobre el mito trágico de Caín y Adán. El libro ganó el Primer Premio en el concurso internacional Adolfo Bioy Casares 2012 y sale en cualquier momento.
“Mis libros solo se pueden adquirir en Cultura de la Provincia del Chaco, quienes con dedicación los llevan por todas las Ferias, así que me llegan comentarios de que los ven en determinado stands; luego la Dirección también suele invitarme a firmar ejemplares cada año en la Feria del Libro de Buenos Aires o de Resistencia. Recientemente me llamaron, a instancias de ellos, seguramente, de Cultura de Formosa, también ofreciéndome un lugar en la próxima Feria del Libro en esa provincia.
“Junto con tres amigos, integro el Consejo de Edición de la revista Coartadas, de la Biblioteca Nacional. Es una publicación de los talleres gratuitos de la BN, culturalmente me muevo en ese ámbito, ya que mi tiempo es escaso pero también es necesario ver qué ese está haciendo, qué hacen tus colegas, como así también la conveniencia de las relaciones ya que si la obra no tiene muchas posibilidades se ser hallada por sí misma; tal vez por el proceso adverso, la obra sea hallada a través de su autor. “Hasta el año pasado estuve también co-coordinando un taller literario gratuito en el hospital Tornú, proyecto que discontinuamos también por cuestiones de horarios”. Quienes deseen conocer más de este autor, pueden comunicarse con él a través del correo electrónico levacosanovich@hotmail.com o ingresando a sus páginas: www.arduosmonumentos.blogspot.com / www.durmitor-levacosanovich.blogspot.com


A continuación, como acostumbramos, compartiremos con nuestros lectores uno de sus poemas (inéditos), titulado “Mis ocho metros cuadrados”

Mi viejo descuelga el teléfono a la noche por el insomnio. Sus pensamientos como cola de acreedores, dan vuelta la esquina.
Los oye en las sirenas de los barcos sobre el río de su juventud.
Por esas mismas aguas de muertos y camalotes; y pescados podridos bajará el libro mojado que se le perdió un día.
Alguna foto la ironía leve adivinada bajo las arrugas, el ahorro de ciertos adjetivos para explicarle a los niños qué cosa es esa cosa vieja.
Todo para quitar su nombre de la secta del Parnaso. Como se baja una gorra de un perchero, o con los dientes dejamos blancos, los huesos de la sopa.
Todo lo que pudiera hallarse aún detrás de un apellido.
Junto con mi nombre el apellido judío de mi hijo, y aquélla posibilidad de que el padre del padre de mi madre haya tenido que matar a alguien porque se lo habían ordenado.
En Dalmacia, fue, en esa misma guerra de siempre.
Cuál de todos ellos soy yo ahora.
Cada vez que mostramos el documento arrastramos infamia como se arrastra el ruedo de unos pantalones heredados. Las heces siguen oliendo nítidas.
Nadie escucha el himno de los muertos en el laberinto de rejas donde los dejamos tan parecidos a la imagen del dios escrupuloso en quién confiábamos.
No se tala un árbol sin que se vuelen sus astillas. Dicen, que decían orgullosos.
Es lo que decimos hoy, cancerberos, también; que besamos a nuestros pequeños en los labios antes de ir a trabajar y cerramos a conciencia la puerta de entrada después de acariciar al perro.

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