miércoles, 14 de agosto de 2013

Epitafio, por Alejandro Cifuente

No hay sombra adecuada
que transite por la estela de un camino
ni siquiera la mía
que se ha vestido tantas noches
con un púlpito de sangre.

Cada lugar se entreabre hacia otro lugar
y los vacíos saltan de a uno
como mariposas que se ahogan con el aire.
Me despego del viento y las caricias
para construir un pedazo de sueño
donde habiten los hilos envejecidos de mi 
piel
mientras un almanaque de huesos
simula la forma de una estrella.

Qué puedo derramar cuando el papel que llevo
se despide de mi mano.
Me fui al lugar donde los cuentos
descansan en una lápida.

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