Por Marina Nill
BUENOS AIRES, ARGENTINA.-“Si bien ya tengo cuatro libros editados, creo que, más que una vocación literaria, mis escritos son producto de una necesidad militante de poder expresarme”. Así se define Ramiro Ross, el menor de tres hermanos, radicado desde hace muchos años en el Barrio de Belgrano de la Capital, casado y padre de tres hijos, que a su vez lo hicieron abuelo de tres nietos (un varón y dos nenas). “Los dos hijos mas grandes (42 años uno, 40 el otro), viven cerca y el tercero vive en Alemania: es profesor en la Universidad de Hamburgo, Universidad donde estudió y se recibió, y al que solo lo vemos una vez al año, cuando viene a vernos, ya que para nosotros es imposible económicamente visitarlo”, cuenta.
Ramiro Ross nació en 1944, “o sea que el año próximo cumplo 70 años”, destaca, “y como a todo hombre de mi edad y en este país, me han pasado cosas y he participado en algunas de ellas. En la mayoría de los casos, porque hay cosas que un hombre no puede dejar pasar sin hacer algo para modificar lo que según su conciencia no está bien”.
Si bien su nacimiento fue en Maipú, cerca de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires), es casi un dato anecdótico, pues su familia estaba de paso en ese lugar y a los tres días siguió su camino hasta su destino final, que en ese momento era Comodoro Rivadavia, en la Provincia de Chubut, para no volver a Maipú.
En la casa paterna la lectura era algo cotidiano. Su padre, ingeniero en Petróleo, lector de política e historia, lo introdujo en la lectura de Don Esteban Echeverría y José Mármol, y su madre, profesora en Música, les enseñó a tocar el piano a sus tres hijos y los introdujo en las lecturas de la colección Robin Hood, “aquellas de tapas duras y amarillas que eran el sueño de todo pibe que entraba a la adolescencia, con sus novelas de Jack London, y de tantos escritores imprescindibles”, recuerda. Luego, la militancia lo llevó a leer a Albert Camus, Thomas Mann, Lyn Yutang, Somerset Mogan y los Latino Americanos, como Benedetti, García Márquez, Bayer, Cortazar y por supuesto Borges y los clásicos griegos y españoles y cuanta literatura cayó en sus manos, “sin olvidarme que la vida me regaló la amistad y el talento de amigos poetas y escritores que enriquecieron mi imaginación”.
Tenía 13 años cuando partió junto a su familia hacia Buenos Aires, mas puntualmente a la Ciudad de Quilmes, al sur de la Capital Federal, donde sucedieron cosas que lo marcaron definitivamente.
Al año de haber llegado, termino la primaria y entro al Colegio Nacional de Quilmes. Era 1959, año en que se desarrollaba la lucha de los estudiantes para rechazar la educación libre (Católica) y no laica (sin dogmas) que proponía el presidente de entonces, Frondizi. “Si bien yo por mi edad y por ser pibe recién venido de una provincia, no tenía casi ni idea de que se trataba esa lucha, el asunto fue que, como todos mis compañeros, participé en esa lucha donde empecé a adquirir experiencias que luego me servirían para otras actividades”, relata.
Fue allí que por primera vez durmió dentro de un colegio, en el suelo y rodeado de policías, donde aprendió a cocinar cuando le tocaba el turno de hacerlo, y muchas cosas mas absolutamente novedosas, y empezó a interesarse en lo que era la lucha ideológica, cosa que había heredado de su padre y de su abuelo, que habían sido combatientes y comprometidos, cada cual en su época y en su país.
“Mi abuelo en su Escocia natal, donde, a fines del sigo XIX había luchado para liberar a su patria del dominio inglés, y que fue una de las razones de su llegada a este país, escapando de la persecución de los ingleses; y mi padre, en Argentina, adhirió al peronismo desde los primeros momentos de este movimiento, y pasó gran parte de su vida en este derrotero”.
“A partir de aquella toma del colegio que duró varias semanas, no me separé más de la lucha por causas que creí, y sigo creyendo, son las que le dan a la vida de un hombre razón y fundamento de su existencia”, añade. Participó de un partido político de izquierda, “del que hoy estoy alejado”, y en los 70’ tomó las armas para pelear contra las dictaduras de ese momento. Fue Delegado de Base en el gremio petrolero (Y.P.F.), donde trabajaba; luego miembro del Consejo de Delegados, “y luego que dan el golpe de estado en 1976, fui encarcelado como otros miles de trabajadores (yo ya había sido encarcelado en el 69’ durante el Cordobazo y en 1972, durante la dictadura de Lanusse)”, detalla; “al salir en libertad tuve que salir exilado al extranjero; anduve por centro América en varios países y en 1982, durante la guerra de Malvinas volví al país pues lo militares tenían otros problemas mayores que buscarme a mi y entendí que podía reincorporarme a mi vida mas o menos normal Al llegar me incorporo a la lucha por el juicio y castigo a los genocidas y torturadores de la dictadura”, cuenta.
Ya en la década de los 90’, y durante 10 años participó de una radio que hacían con un grupo de compañeros en el Hospital Neuropsiquiátrico Borda, donde denunciaban los maltratos que recibían los pacientes internados. “Al poco tiempo me proponen que hiciera un programa de radio en otra radio que duró mas de tres años; participé también en la creación y puesta en marcha de radios en Villas de Emergencia y en la fundación de un canal de televisión comunitaria, llamado ‘Canal 4 Utopia’, que duró varios años a pesar de la persecución de la policía, el COMFER y los juzgados que nos intimaban a cerrar las trasmisiones por ilegales, luego de interminables allanamientos, rotura de los equipos y encerronas en calabozos, debimos dar por terminada la experiencia. Luego de eso, escribo y dirijo varias revistas y periódicos políticos y culturales de Buenos Aires”, detalla.
En el 2001, trabajadores de las llamadas ‘Empresas Recuperadas’ lo convocaron para que les diera charlas de sindicalismo, política y leyes sociales, para poder manejar las empresas que los patrones habían dejado a su suerte abandonándolas luego de la crisis de ese año, debiendo meses enteros de jornales a sus empleados, aportes sociales que jamás habían hecho y no obstante habían cobrado, y como nunca habían permitido que sus trabajadores se afiliaran a un sindicato, éstos no sabían como manejarse con una empresa que jamás les había dado participación ni cursos de nada. “Y durante el 2002 participé e integré tomas de empresas recuperadas, como Brukman, Gráfica Chilavert, entre otras”, recuerda.
En la actualidad, Ramiro Ross da clase de Historia y Literatura en Bachilleratos Populares de barrios llamados ‘marginales’, como villas de emergencia y barrios obreros, actividad que absorbe mucho tiempo de su día, ya que, además de preparar las clases y todo lo relacionado con la docencia, entre todo el cuerpo docente de esas escuelas, se debe hacer cargo del pago de los alquileres de los locales donde se dicta clase, de la compra de material didáctico, del pago de las facturas de luz, gas… y las demás. Y del mantenimiento del edificio, ya que el estado, si bien reconoce el título que se entrega a los alumnos al terminar los tres años del curso, y que son válidos en todas las Universidades del país, no paga sueldo alguno ni viáticos por el trabajo, lo que los impulsa a buscar todos los meses los dineros imprescindibles, no ya para cobrar algo, “cosa que nunca hicimos, sino para mantener el colegio abierto, ya que en esos barrios es la única oportunidad para su chico de terminar los estudios secundarios”, advierte.
Al referirse a su paso por las Letras, Ross destaca que “a fines de los 90’ a raíz de la popularidad de la radio del Borda, fui invitado a varias radios a hablar sobre la experiencia de hacer radio con ‘locos’, y luego de cada exposición mía terminaba la entrevista pidiéndome alguna anécdota de estas tardes enteras encerrado con ellos y al contar alguna, llamaban por teléfono los oyentes pidiendo que cuente más y con más detalles, y como no había tiempo para hacerlo me pidieron que las escriba, y de esa forma, sin buscarlo, nació lo que finalmente fue mi primer libro impreso”.
También lo invitaban para dar charlas sobre “periodismo marginal”, (así llamaban al periodismo que hacían en las villas de emergencia). “Lo increíble para mi fue ser invitado por la cátedra de periodismo de la Universidad de La Plata para hablar sobre ese tipo de periodismo que para ellos era un hecho sobre el que no sabían mucho. Lo gracioso es que yo había tomado el ejemplo de lo que escuchaba en mi pueblo allá en Comodoro Rivadavia, donde la radio no es para comentar cosas de la farándula ni frivolidades, sino que es un servicio para que la gente se comunique y sepa cosas que realmente le interesan. Así que a los alumnos les conté que habíamos establecido con el correo de la zona que todas las cartas que llegaran para el barrio (Villa 24 del barrio de Barracas), nos las entregaran a nosotros y nosotros nos encargaríamos de entregárselas, para eso antes de ir a la radio, pasábamos por el correo, recogíamos las cartas, porque los carteros no entraban al barrio porque tenía fama de poco confiable e inseguro, y luego a través de la radio llamábamos a cada vecino avisándole que teníamos correspondencia para él y cada familia pasaba a buscar su carta y de esa manera, volvían a tener noticias de su familia que estaban en Corrientes, Misiones, Chaco o cualquier provincia y que habían cortado todo contacto por no poder escribirse”. Esto y muchas otras cosas que se hicieron con esas radios las comentaba Ross en la Facultad a chicos que se sorprendían al escucharlas; así se hizo fama de “experto en periodismo marginal”, “cosa que siempre me causó gracia, y que no habla bien de mi, sino de lo desconectados que estamos los argentinos y que tal vez es una de las causas de nuestros males”, advierte.
El siguiente libro editado corresponde a las charlas que daba a los trabajadores de las Empresas Recuperadas sobre “Historia del Movimiento Obrero”, al igual que el tercero, “Sembrando Semillas de Aurora”, y el último, “De Sabihondos y Suicidas”, que cuenta la historia de los militantes durante los últimos 50 años, desde su relación con el Padre Mujica, el Cordobazo, su relación con Agustín Tosco y experiencias de militancia gremial y política.
También participa desde su creación, del proyecto llamado FLIA (Feria del Libro Independiente Alternativo), integrado por escritores narradores, poetas y cuentistas, reunidos como una necesidad de poder llevar a la gente sus trabajos. “Actualmente se han ido incorporando editores, distribuidores y gente de diferentes actividades relacionadas con la literatura y el libro. Entre todos, somos unos 350 actualmente, estamos realizando una Feria cada cuatro meses aproximadamente, y elegimos facultados, empresas recuperadas, organizaciones ambientalistas y organizaciones gubernamentales, ya que no recibimos subsidios ni aportes del estado, ni empresas ni partidos políticos: nos manejamos con dinero generado con nuestros propios recursos de las ventas de libros en las ferias y llegamos a reunir en cada feria unos 5.000 a 7.000 personas y donde se presentan libros, se realizan recitales de poesía, y charlas de los distintos autores”.
“Creo que para ser honesto, debo reconocer que no soy un escritor que milita políticamente para que todos tengamos una vida mas digna y que ‘además’ escribe, sino que soy un militante que escribe, y creo que esa es la definición mas acertada de mi persona”, se describe finalmente.
Y como estilamos en este espacio, a continuación compartimos con ustedes el poema “Alertas y Ausencias” de su autoría, que fue escrita en los años 90’ en plena lucha por juicio y castigo a los genocidas.
Yo ya sé donde están mis amigos, y no hace falta que persigan sus huesos.
Pero necesito infames arrepentimientos.
Ellos cabalgan hipocampos inmortales, o descansan sobre serenas músicas iluminadas.
Entre nubes embarazadas.
Yo sé donde están soñando.
Mares y ríos, abiertos y plenos, soles y lunas, donde el dolor terminó.
Casa amorosas, donde el recuerdo es indestructible.
Yo sé donde están.
No es necesario hundir las manos en la tierra.
Yo necesito saber quienes apagaron el arcoiris, donde están los que mutilaron el futuro.
Esos otros, los que huyeron entre muros oficiales.
Los que destrozaron bares de madrugadas azules, donde discutíamos las utopías eternas.
Los que silenciaron el sol de aquellas reuniones caseras donde nuestros hijos jugaban alegres.
Yo necesito saber quienes son las bestias,
Y no que me hagan fábulas sobre los que se fueron y amo.
Porque conozco como mis amigos respiran eternidad.
Como descansan acurrucados en las palabras de mi memoria.
Como permanecen y permanecen, en le rojo invulnerable, de mi corazón.
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