Alternativos
Por Marina Nill
RESISTENCIA, CHACO.-“Una amiga psicóloga fue la que me dijo una vez “artesana”. Eso me proporcionó el atributo, me halagó, pero prevaleció el doble sentido de que el arte sana.”
“Originalmente había pensado otro nombre: El Pensamiento nos Guía, pero el Face lo rechazó y lo sintetizó como “Pensamiento Guía”. Tras sufrir algunos improperios de gente que consideró que quedaba muy soberbio, lo cambié por Arte Sana, hace alrededor de dos años. En ese espacio empecé a publicar la conjunción de la imagen, la palabra y si es posible la música. Los escritos generalmente son de otros autores, pero a veces mando algunos salpicados míos, en los que pongo mis iniciales, EK. Esta tarea dio lugar a que una cantidad de gente se prendiera y dijera “esas son las palabras que necesitaba escuchar, vienen en el momento justo…” Arte Sana me da mucha alegría por las noches y los fines de semana: es un trabajo de difusión, un ida y vuelta con los demás. Todavía hay gente que agrede y yo le contesto muy sutilmente. Por medio de la palabra podemos comunicarnos pero al límite lo pone la agresión, entonces me limito, porque siempre aparece alguna persona que malinterpreta lo que uno trata de poner, cuando tocan susceptibilidades muy particulares, por eso trato de ir por la tangente y no tocar temas políticos, religiosos, o de salud, y cuando lo hago es muy sutilmente, y la gente comprende”.
Arte Sana nació en marzo de 1960, en la ciudad de Santa Fe, aunque sus padres ya se habían mudado a Oberá (Misiones) y un año después se fueron a vivir a Posadas, donde ella cursó sus estudios primarios y secundarios.
Conserva los mejores recuerdos de su infancia. “Los diez primeros años de mi vida transcurrieron cerquita del río, en una casa que era del formato del banco hipotecario. Había viajes a Santa Fe en las vacaciones de enero, porque mis padres viajaban para visitar a sus respectivas familias.”
Cuando tenía cuatro años, nació su primer hermanito, que falleció a los cuatro meses a causa de una meningitis. “Eso fue algo que me marcó mucho: aparecieron las preguntas sobre la muerte y las personas que quedan cómo viven”, reconoce. “Quizás ya tuve esas preguntas desde antes, pero tras esta experiencia me pregunté mucho sobre la vida y la muerte. Los adultos trataron de protegerme de lo ocurrido, y en esa protección hubo mucho silencio, pero ese silencio generó más preguntas sobre la vida: por qué alguien tiene que enfermar de tan pequeño; por qué no se puede hablar de ese niñito que no está; por qué la manera de enterarse es a través de una pregunta “¿dónde está?” y ahí recibir la respuesta de que mi hermanito había fallecido.”
“Creo que a mis padres también los condicionó mucho la pérdida de ese hijo, que fue su segundo hijo y primer hijo varón. Yo sentí que yo tuve más libertades hasta mis cuatro años; después, mis padres me empezaron a encerrar y a ser miedosos. Pero yo siempre tuve muchas ganas de vivir, de tener aventuras, así que tanto encierro no funcionó”, confiesa.
Su inclinación hacia la medicina surgió a raíz de un programa de televisión que veía, “Centro Medico”, donde había un médico en particular que se ocupaba de preguntar a la familia sobre la vida personal de cada paciente. “Así fue que decidí, a los 11 años, que iba a ser médica, pero apuntando siempre a la vida de las personas, a su psiquismo, a sus emociones, a la angustia, como calmar la tristeza; creo que siempre me aventuré a ese tipo de cosas, y que por eso empecé Medicina, con la idea de ser psiquiatra.” Como la palabra de su padre era importante para ella, hubo cierta frustración cuando él se manifestó en contra, por miedo a la violencia, “por ese mito que hay en la sociedad entre enfermedad mental, locura y violencia”. Hizo el intento de ser oftalmóloga, que también le gustaba, porque en cierta forma tenía que ver con la mirada, pero no le dieron oportunidad en ninguno de los lugares donde se presentó (Santa Fe, Misiones, Resistencia, y Corrientes). Al recibirse de médica, ingresó a unas guardias en una clínica privada de Salud Mental, donde realizó una concurrencia de dos años en el hospital San Francisco de Asís de Corrientes. Dos años después, mientras buscaba aunque fuera un contrato que le permitiera cierto ingreso, se enteró de que la provincia del Chaco estaba dando una beca para hacer la residencia en Córdoba. “Me presenté y salí elegida, junto a otras cuatro personas. Fueron tres años rentados, y como toda residencia, fue una experiencia intensiva. El compromiso era que, una vez que termináramos la residencia, volviéramos a trabajar al Chaco. Y aquí estoy…”.
Pero el psicoanálisis de orientación lacaniano no lo es todo en la vida de Arte Sana; de hecho, el arte ocupa un espacio importante en ella, dado que proviene de una familia de artistas, entre los que se pueden mencionar artistas plásticos y escénicos; incluso su madre, Electra Kali, fue una actriz reconocida. “A mi mamá le gustaba mucho leer, y decía que cuando nosotros fuéramos grandes, iba a escribir. Finalmente no lo hizo”, relata Arte Sana, quien terminó materializando ese deseo. “De grande descubrí que ya desde la adolescencia había escrito cosas, como un modo de refugiarme de las situaciones de la vida: encontré poemas infantiles y cosas muy graciosas. El arte me permitió calmar algunas de las frustraciones de la vida, y heredé además una veta graciosa, que la tengo por parte de mi padre”.
“No me gusta nada que tenga que ver con mover el cuerpo, como bailar”, se apresura a aclarar, “pero la música sí: estuve diez años en el coro de la provincia del Chaco; también estuve un par de años en el coro italiano, y estuve en los dos coros simultáneamente en algún momento. Las artes plásticas tampoco son mi fuerte. Y mi acercamiento a la movida literaria de la zona vino a raíz de un asesoramiento que me pidieron para una novela, “Bufeos”, en la cual la protagonista era psiquiatra”.
“Había una frase que nos enseñaron mientras estudiábamos “el que sólo de medicina sabe, ni medicina sabe”, y yo lo aplico a cualquier disciplina. Uno no puede quedarse solamente en una sola cosa, porque va a terminar muy enfrascado en algo, y encerrado en el microscopio de la vida, cuando la vida es para un telescopio, no para un microscopio”, reflexiona. “Mis amigos me alentaban para que publicara mis cosas; a mí nunca me terminó de convencer lo que escribo, porque es muy empírico: yo escribo al momento de las sensaciones que tengo, y no suelo retocar los escritos: y me parece que el que escribe tiene que ser más cuidadoso con su obra; por eso admiro al novelista, por ejemplo, que investiga; lo mío es algo fugaz, del momento. También le tengo mucho miedo a la crítica y me protejo; creo que hay que ser muy valiente para presentar la obra de uno”.
Arte Sana también tuvo una experiencia trabajando en varios programas de radio: primero, como parte del equipo de “Duendes de la Noche”, durante un par de años; luego, se arriesgó a hacer un programa sola “Aprendiendo a Volar”, pero fue demasiado agotador. “Era un programa para hacer de a dos, por lo menos. Estuve cuatro meses. El programa iba los domingos, que era mi día de descanso y terminaba trabajando en armar, producir y conducir el programa. Pero fue un buen aprendizaje. Más que alentar el egocentrismo promocionándome a mí misma, disfrutaba del difundir a los demás. Incluso descubrí que muchas de las cosas que dicen actualmente los escritores, ya las habían dicho otros escritores en el pasado; entonces resulta que nos encontramos diciendo lo mismo”. Arte Sana también fue columnista en el programa “Ojo de Mosca”, de Marcelo Tisembaum y Nora Canela durante dos años. “Hablábamos espontáneamente; a veces había que tocar temas crudos, de la actualidad. Esa experiencia me sirvió mucho para mi desenvolvimiento profesional”.
Otro de sus descubrimientos, fue el mundo de los Clowns. Y se dio de manera tremendamente casual. “Fue hace tres años aproximadamente; una psicóloga cumplía 40 años e hizo una gran fiesta de disfraces. A mí las fiestas en general no me gustan, y menos si son de disfraces, pero tanto me insistieron que terminé yendo, con la condición de tener la cara tapada, como un oso o un payaso. Mi hija se comidió de pintarme la cara de mimo, y así fui disfrazada de mimo, con un sombrerito negro, el pantalón negro, unos tiradores blancos y una remera a rayas; lo que me faltaba era la nariz. Después lo fui perfeccionando: para hacerlo más femenino le fui agregando unos moñitos en las zapatillas, y cositas que fui comprando. En esa fiesta, alguien me apodó “Mingo” porque parecía un varón. Me divertí mucho: no hablaba, hacía gestos solamente, y llevaba caramelos en los bolsillos, porque yo quería que fuera un personaje lindo. Fue una hermosa experiencia.”
A partir de ahí, en uno de sus lugares de trabajo, en el que se hacen talleres de rehabilitación, un profesor de teatro que enseña clown, Gustavo Cañete, la invitó a participar de los grupos de clown cuando viene gente de Buenos Aires. “Participé y hasta llegué a actuar. Lo hago como un divertimento pero no permanente, porque no quiero restar tiempo a mi descanso. Respeto que ese lugar es para quien se dedica a eso; yo lo hago solamente como algo muy divertido cada vez que viene un profesor de Buenos Aires, y aparte, como una presencia para divertir ahí donde hace falta o para romper un poco con el esquema de que un profesional de la salud. Esto es lo que hacen desde hace muchos años los payamédicos, que no es burlarse de la enfermedad ni eludirla, sino tocarla de otra manera, y reírse levanta el ánimo; a todos nos pasa. Hoy lo utilizo como una cuestión que me aporta en lo personal, aprendiendo muchas cosas de cómo moverme en el espacio, porque la vida lo pone a uno muy rígido, y esto me ha dado cierta flexibilidad, así como la radio me enseñó a hablar, a dirigirme a un público.”
“El aporte al arte, ha significado también que me llamaran de distintos espacios”, destaca; “inclusive ahora estoy trabajando donde hace mucho que quiero trabajar, en el Servicio para Adolescentes del Hospital Perrando del Chaco, donde me va a servir todo esto que aprendí para poder trabajar en talleres de arte para adolescentes, y prevenir males mayores ya desde ahora que son chiquitos (se trabaja con chicos de 10 a 20 años); también se va a las escuelas y se trabaja no tanto con los chicos sino con los docentes, que están desesperados por la situación actual de desorden social (violencia, desenfreno, falta de respeto) que los desborda.”
Como tantos otros, Arte Sana ha comprobado, y lo pone en práctica cada día, que desde el arte se pueden cambiar y mejorar las cosas, hasta convertirlas en algo digno de ser disfrutado a través de un telescopio.
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