jueves, 5 de diciembre de 2013

Gustavo Cañete: un apasionado del arte

Alternativos

Por Marina Nill

“El contacto con otros es lo que te contagia: sus experiencias, las querés vivir también, su conocimiento, su técnica, su amor profundo por eso que sólo se vive cuando se es artista. Dejás todo: la patria, la familia, los afectos, las raíces, por ese camino por el que te lleva el arte.”
Gustavo Ariel Cañete nació en Puerto Tirol (Chaco) en mayo de 1976. Fue el más pequeño de nueve hermanos (seis varones y tres mujeres, una de ellas fallecida de bebé). Cuando tenía dos años, su familia se mudó a Barranqueras, a la casa de una de sus abuelas, en Villa Concepción, y nunca más se movió de esa ciudad. Cursó la primaria en el Colegio “Don Orione” y la secundaria en la E.P.E.T. N° 2 “Gral José de San Martín, donde se recibió de técnico en electrónica, de lo cual trabajó tres años antes de abandonarlo. “No me hacia feliz”, asegura.
Comenzó entonces la búsqueda de una profesión que lo hiciera feliz, pleno, donde pudiera volcar su vocación y creatividad. En una conversación que mantuvo con una de sus hermanas, Estela, recordando que siempre le habían gustado los niños y que incluso había trabajado desde los 15 años en cuanta actividad pastoral relacionada con los chicos hubiera en su parroquia: los comedores, los pesebres vivientes, el oratorio, Estela le hizo una apuesta."¿Qué te juego a que no te hacés maestro jardinero?". Finalmente, Gustavo ganó la apuesta, ya que se inscribió en el Profesorado en Educación Elemental y se recibió en el 2005.
“Fueron unos años maravillosos de estudio”, asegura. Al recibirse hizo una adscripción en la cátedra de Literatura Infantil; durante tres años se especializó en Teatro y Títeres. “Investigué un montón, pero justo me agarró el cambio de carrera, y un accidente de moto por el cual me retrasé en muchas actividades. También daba clases supervisadas a las alumnas del profesorado, una experiencia que me enriqueció prontamente como docente, empujándome a buscar el objetivo de ser formador de formadores.”
Al recibirse, trabajó en varios jardines y guarderías, pero aún no sentía en su corazón esa plenitud que él estaba convencido que existía.
Por tal motivo, siguió buscando. Y en esa búsqueda, vale destacar que el año que ingresó a Humanidades conoció a la profesora Margarita "Gramilla" Fanti. “Era una luchadora de la profesión como muy pocas, y ella me impulsó a ir a actuar con el grupo de teatro de las maestras jardineras. Éramos muy poco los hombres en esa carrera, y fui. Hicimos una obra en el Domo del Centenario, (la primera que yo considero como una obra de teatro semi-profesional, en la que actué). Fue una experiencia fantástica: había 3000 niños de ambos turnos de todos los jardines de Resistencia y Barrranqueras; morí de la emoción, y me marcó a fuego esa sensación del escenario, la exigencia del público, la adrenalina de que todo salga bien, y el disfrute de los aplausos y las risas. Esto último fue lo que me llegó a lo más hondo del alma, es lo que suele llamarse “vocación”, algo que querés sentir siempre, y se termina convirtiendo en una necesidad.”
En el año 2002 conoció el teatro independiente, y junto con un profesor, caminó los barrios haciendo teatro. “Era un teatro muy particular, que no necesitaba mucho, mas que un espacio vacío y dos luces, a las sillas la traía el publico y a los aplausos también”.
Tras estas experiencias, la decisión estaba tomada: “el teatro es mi lugar. Me invitaron a participar de un grupo en el Cecual, donde me mandaron al frente con un Encuentro de Dramanea. De esa manera comencé a formar parte del entorno teatral de la provincia (mi primer certificado oficial; al otro ya me habían dado los barrios). Luego de eso, me invitaron a formar parte de un elenco que se estaba formando, dirigido por Gladis Gómez. La obra se llamaba "El Sol Bajo las Patas de los Caballos", y allí conocí La Mascara Teatro, que fue mi próximo grupo independiente de teatro, donde reafirmé mi vocación haciendo de todo: atendía la boletería, limpiaba el baño, hablaba con la gente, vendía los espectáculos, y actuaba. Prácticamente vivía allí, aprendiendo a hacer de todo. Yo tenía el Taller de Teatro para Niños, que se mantuvo durante seis años. El tiempo que estuve formando parte de ese grupo, aprendí esa vida que se da al servicio del arte. También conocí muchos artistas, nacionales e internacionales”, destaca.
En 2006, hizo una obra para niños llamada “Latrup Variete Infantil”, una varieté de números de malabares, mimo, títeres, canto… “Éramos cinco payasos, nos dirigía Rubén Leyes, los vestuarios los hacia Marilyn Toribio, y la producción general de La Mascara Teatro. La obra fue muy bien aceptada por el publico. Nos presentamos en varias localidades de la región, y visitamos varias provincias argentinas. La crítica en general era buena, pero varios nos dijeron que nos faltaba la técnica para ser payasos. A mí me parecía que eso no debía ser muy difícil: yo me paraba en el escenario y tenía que hacer reír al público; para eso tenía los elementos y resultaba, pero algunos insistían en la cuestión de la técnica. Finalmente, la obra se terminó, el grupo se disolvió (de todos los que ingresamos, sólo yo quedé en La Máscara Teatro, eso de “la técnica del payaso” me seguía dando vueltas en la cabeza. Pregunté a muchos en que consistía esa técnica, pero la respuesta llegó tiempo después, por correo electrónico, con la invitación a un Curso de Verano Intensivo de Clown, dictado por Lila Monti en la zona de El Abasto, en Buenos Aires. Le mandé un correo, me respondió aceptándome, y fui... en busca de la técnica, la esencia del payaso.
“En ese tiempo, Lila Monti comenzaba a ser reconocida como una joven maestra de clown; hoy es una gran maestra de clown. Ella supo entenderme y mostrarme aplicada a mí, cómo era la técnica del payaso, del clown. Cuando la comencé a descubrir, me di cuenta de lo acertado de la búsqueda, ya que se trata de una técnica muy particular, que se diferencia de la actuación, pues no se actúa: se vive....y lo que se transmite es la propia emoción, el propio estado de juego, la verdad de ese momento, el aquí y ahora”.
A partir de entonces, Gustavo Cañete comenzó un camino nuevo e intenso, descubriéndose a sí mismo como persona, como actor y como payaso. Durante el 2007 viajó varias veces a Buenos Aires, que era el único lugar donde podía estudiar Clown. Al regresar a Resistencia, hizo varios trabajos de clown para empresas, y notó que era muy diferente la comunicación que se tenía con la gente, la conexión a partir de la mirada y la espontaneidad, pero sobre todo la libertad de juego que sentía, hacía que pudiera trabajar de manera diferente, hacer un payaso diferente... “¡y autentico! Finalmente, había descubierto la técnica del payaso, su esencia”, celebra.
“En un taller de clown se trabaja de manera lúdica, con la improvisación, la espontaneidad, el impulso, y por sobre todo, la emoción. El clown busca transmitir la emoción y su estado lúdico esta situado en una edad de tres años, con todo lo que implica una criatura de esa edad: su espontaneidad, su imitación exagerada, el apasionamiento por descubrir todo; todo es nuevo: no reconoce reglas sociales, sólo las propias, y como todo esta hecho desde el juego, transmite ternura”, explica.
Tiempo después, Gustavo Cañete estudió con Guillermo Angelelli, un referente de Clown en Argentina, y un actor consagrado, maestro de Clowns y de actores, fundador del mítico grupo el “Clú del Claun”, que en los años 80 fue uno de los fuertes iniciadores del Clown en la Argentina. Con esta experiencia, se destruyeron todos los conocimientos que ya había adquirido, y nuevamente debió enfrentarse a su espejo, a sus emociones, a su clown. “El maestro tiene la capacidad de romper cabezas, aunque uno ya tenga un camino hecho, el maestro te muestra que existe otro más profundo, que sólo hay que animarse. Esa fue la tarea que Guillermo hizo en mí: me mostró más profundidad en el hacer.”
En 2008, su novia le sugirió compartir todo lo aprendido en ese último taller, y dado que Gustavo posee alma de docente, la idea le entusiasmó y comenzó a dictar Talleres de Clown para sus amigos. Al poco tiempo se sumaron más amigos. “A ellos les gustaban las clases y a mi me apasionaba enseñar, y de esa manera la experiencia nos enriquecía a todos; al tal punto llegó, que terminamos formando el "Grupo de Investigación Teatral Experimentación Clown", que es básicamente un grupo de 25 amigos que se animaron a descubrirse a sí mismos, para poder transmitir la esencia del ser humano”. Para poder afirmar lo que se decía en los talleres, hicieron la obra “Caperucita Roja y su abuela”, los Mate-Te Solidarios, que eran actividades solidarias con varios espectáculos, cuya recaudación se destinaba a ayudar a unos niños que estaban pasando por un tratamiento oncológico; luego hicieron variete de números de clown, y comenzaron los Talleres Intensivos de Clown “Asomate Payaso”, en los que en tres semanas, de lunes a viernes, se ofrece un entrenamiento clown para principiantes, donde la principal invitación es el navegar por la emociones. El primero se llevó a cabo en 2010, y el último se realizó en febrero de 2013.
En lo que respecta a su vida personal, Gustavo Cañete está en pareja desde hace cinco años con Paola Sosa, con quien tiene dos niñas. Actualmente están construyendo su propia casa, con materiales de la bioconstrucción. “Estamos muy interesados en el cuidado y la conservación de nuestro único planeta a través de la permacultura, y deseamos que nuestras hijas puedan disfrutar de la belleza que es y lo genial que se vive, con algunos cambios profundos”, finaliza.

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Gentileza.


Gustavo Cañete, clown.  

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