Alternativos
Por Marina
Nill
“El
contacto con otros es lo que te contagia: sus experiencias, las
querés vivir también, su conocimiento, su técnica, su amor
profundo por eso que sólo se vive cuando se es artista. Dejás todo:
la patria, la familia, los afectos, las raíces, por ese camino por
el que te lleva el arte.”
Gustavo
Ariel Cañete nació en Puerto Tirol (Chaco) en mayo de 1976. Fue el
más pequeño de nueve hermanos (seis varones y tres mujeres, una de
ellas fallecida de bebé). Cuando tenía dos años, su familia se
mudó a Barranqueras, a la casa de una de sus abuelas, en Villa
Concepción, y nunca más se movió de esa ciudad. Cursó la primaria
en el Colegio “Don Orione” y la secundaria en la E.P.E.T. N° 2
“Gral José de San Martín, donde se recibió de técnico en
electrónica, de lo cual trabajó tres años antes de abandonarlo.
“No me hacia feliz”, asegura.
Comenzó
entonces la búsqueda de una profesión que lo hiciera feliz, pleno,
donde pudiera volcar su vocación y creatividad. En una conversación
que mantuvo con una de sus hermanas, Estela, recordando que siempre
le habían gustado los niños y que incluso había trabajado desde
los 15 años en cuanta actividad pastoral relacionada con los chicos
hubiera en su parroquia: los comedores, los pesebres vivientes, el
oratorio, Estela le hizo una apuesta."¿Qué te juego a que no
te hacés maestro jardinero?". Finalmente, Gustavo ganó la
apuesta, ya que se inscribió en el Profesorado en Educación
Elemental y se recibió en el 2005.
“Fueron
unos años maravillosos de estudio”, asegura. Al recibirse hizo una
adscripción en la cátedra de Literatura Infantil; durante tres años
se especializó en Teatro y Títeres. “Investigué un montón, pero
justo me agarró el cambio de carrera, y un accidente de moto por el
cual me retrasé en muchas actividades. También daba clases
supervisadas a las alumnas del profesorado, una experiencia que me
enriqueció prontamente como docente, empujándome a buscar el
objetivo de ser formador de formadores.”
Al
recibirse, trabajó en varios jardines y guarderías, pero aún no
sentía en su corazón esa plenitud que él estaba convencido que
existía.
Por tal
motivo, siguió buscando. Y en esa búsqueda, vale destacar que el
año que ingresó a Humanidades conoció a la profesora Margarita
"Gramilla" Fanti. “Era una luchadora de la profesión
como muy pocas, y ella me impulsó a ir a actuar con el grupo de
teatro de las maestras jardineras. Éramos muy poco los hombres en
esa carrera, y fui. Hicimos una obra en el Domo del Centenario, (la
primera que yo considero como una obra de teatro semi-profesional, en
la que actué). Fue una experiencia fantástica: había 3000 niños
de ambos turnos de todos los jardines de Resistencia y Barrranqueras;
morí de la emoción, y me marcó a fuego esa sensación del
escenario, la exigencia del público, la adrenalina de que todo salga
bien, y el disfrute de los aplausos y las risas. Esto último fue lo
que me llegó a lo más hondo del alma, es lo que suele llamarse
“vocación”, algo que querés sentir siempre, y se termina
convirtiendo en una necesidad.”
En el año
2002 conoció el teatro independiente, y junto con un profesor,
caminó los barrios haciendo teatro. “Era un teatro muy particular,
que no necesitaba mucho, mas que un espacio vacío y dos luces, a las
sillas la traía el publico y a los aplausos también”.
Tras estas
experiencias, la decisión estaba tomada: “el teatro es mi lugar.
Me invitaron a participar de un grupo en el Cecual, donde me mandaron
al frente con un Encuentro de Dramanea. De esa manera comencé a
formar parte del entorno teatral de la provincia (mi primer
certificado oficial; al otro ya me habían dado los barrios). Luego
de eso, me invitaron a formar parte de un elenco que se estaba
formando, dirigido por Gladis Gómez. La obra se llamaba "El Sol
Bajo las Patas de los Caballos", y allí conocí La Mascara
Teatro, que fue mi próximo grupo independiente de teatro, donde
reafirmé mi vocación haciendo de todo: atendía la boletería,
limpiaba el baño, hablaba con la gente, vendía los espectáculos, y
actuaba. Prácticamente vivía allí, aprendiendo a hacer de todo. Yo
tenía el Taller de Teatro para Niños, que se mantuvo durante seis
años. El tiempo que estuve formando parte de ese grupo, aprendí esa
vida que se da al servicio del arte. También conocí muchos
artistas, nacionales e internacionales”, destaca.
En 2006,
hizo una obra para niños llamada “Latrup Variete Infantil”, una
varieté de números de malabares, mimo, títeres, canto… “Éramos
cinco payasos, nos dirigía Rubén Leyes, los vestuarios los hacia
Marilyn Toribio, y la producción general de La Mascara Teatro. La
obra fue muy bien aceptada por el publico. Nos presentamos en varias
localidades de la región, y visitamos varias provincias argentinas.
La crítica en general era buena, pero varios nos dijeron que nos
faltaba la técnica para ser payasos. A mí me parecía que eso no
debía ser muy difícil: yo me paraba en el escenario y tenía que
hacer reír al público; para eso tenía los elementos y resultaba,
pero algunos insistían en la cuestión de la técnica. Finalmente,
la obra se terminó, el grupo se disolvió (de todos los que
ingresamos, sólo yo quedé en La Máscara Teatro, eso de “la
técnica del payaso” me seguía dando vueltas en la cabeza.
Pregunté a muchos en que consistía esa técnica, pero la respuesta
llegó tiempo después, por correo electrónico, con la invitación a
un Curso de Verano Intensivo de Clown, dictado por Lila Monti en la
zona de El Abasto, en Buenos Aires. Le mandé un correo, me respondió
aceptándome, y fui... en busca de la técnica, la esencia del
payaso.
“En ese
tiempo, Lila Monti comenzaba a ser reconocida como una joven maestra
de clown; hoy es una gran maestra de clown. Ella supo entenderme y
mostrarme aplicada a mí, cómo era la técnica del payaso, del
clown. Cuando la comencé a descubrir, me di cuenta de lo acertado de
la búsqueda, ya que se trata de una técnica muy particular, que se
diferencia de la actuación, pues no se actúa: se vive....y lo que
se transmite es la propia emoción, el propio estado de juego, la
verdad de ese momento, el aquí y ahora”.
A partir
de entonces, Gustavo Cañete comenzó un camino nuevo e intenso,
descubriéndose a sí mismo como persona, como actor y como payaso.
Durante el 2007 viajó varias veces a Buenos Aires, que era el único
lugar donde podía estudiar Clown. Al regresar a Resistencia, hizo
varios trabajos de clown para empresas, y notó que era muy diferente
la comunicación que se tenía con la gente, la conexión a partir de
la mirada y la espontaneidad, pero sobre todo la libertad de juego
que sentía, hacía que pudiera trabajar de manera diferente, hacer
un payaso diferente... “¡y autentico! Finalmente, había
descubierto la técnica del payaso, su esencia”, celebra.
“En un
taller de clown se trabaja de manera lúdica, con la improvisación,
la espontaneidad, el impulso, y por sobre todo, la emoción. El clown
busca transmitir la emoción y su estado lúdico esta situado en una
edad de tres años, con todo lo que implica una criatura de esa edad:
su espontaneidad, su imitación exagerada, el apasionamiento por
descubrir todo; todo es nuevo: no reconoce reglas sociales, sólo las
propias, y como todo esta hecho desde el juego, transmite ternura”,
explica.
Tiempo
después, Gustavo Cañete estudió con Guillermo Angelelli, un
referente de Clown en Argentina, y un actor consagrado, maestro de
Clowns y de actores, fundador del mítico grupo el “Clú del
Claun”, que en los años 80 fue uno de los fuertes iniciadores del
Clown en la Argentina. Con esta experiencia, se destruyeron todos los
conocimientos que ya había adquirido, y nuevamente debió
enfrentarse a su espejo, a sus emociones, a su clown. “El maestro
tiene la capacidad de romper cabezas, aunque uno ya tenga un camino
hecho, el maestro te muestra que existe otro más profundo, que sólo
hay que animarse. Esa fue la tarea que Guillermo hizo en mí: me
mostró más profundidad en el hacer.”
En 2008,
su novia le sugirió compartir todo lo aprendido en ese último
taller, y dado que Gustavo posee alma de docente, la idea le
entusiasmó y comenzó a dictar Talleres de Clown para sus amigos. Al
poco tiempo se sumaron más amigos. “A ellos les gustaban las
clases y a mi me apasionaba enseñar, y de esa manera la experiencia
nos enriquecía a todos; al tal punto llegó, que terminamos formando
el "Grupo de Investigación Teatral Experimentación Clown",
que es básicamente un grupo de 25 amigos que se animaron a
descubrirse a sí mismos, para poder transmitir la esencia del ser
humano”. Para poder afirmar lo que se decía en los talleres,
hicieron la obra “Caperucita Roja y su abuela”, los Mate-Te
Solidarios, que eran actividades solidarias con varios espectáculos,
cuya recaudación se destinaba a ayudar a unos niños que estaban
pasando por un tratamiento oncológico; luego hicieron variete de
números de clown, y comenzaron los Talleres Intensivos de Clown
“Asomate Payaso”, en los que en tres semanas, de lunes a viernes,
se ofrece un entrenamiento clown para principiantes, donde la
principal invitación es el navegar por la emociones. El primero se
llevó a cabo en 2010, y el último se realizó en febrero de 2013.
En lo que
respecta a su vida personal, Gustavo Cañete está en pareja desde
hace cinco años con Paola Sosa, con quien tiene dos niñas.
Actualmente están construyendo su propia casa, con materiales de la
bioconstrucción. “Estamos muy interesados en el cuidado y la
conservación de nuestro único planeta a través de la permacultura,
y deseamos que nuestras hijas puedan disfrutar de la belleza que es y
lo genial que se vive, con algunos cambios profundos”, finaliza.
¿Estás haciendo algo alternativo y lo querés difundir?
¡¡Avisanos!!
Facebook:
Marina de Resistencia
Twitter: @MarinaNill
Gentileza.
Gustavo
Cañete, clown.
No hay comentarios:
Publicar un comentario