Oriundo de Corrientes (capital), no tiene aún definida su orientación. Sin embargo, escribe poesía desde que descubrió que tenía la necesidad, sin calificarse a sí mismo como nada o, precisamente, tomando esa denominación cada vez que se le pregunta "qué sos" o "qué hacés".
Conserva su pasión por la lectura, la que a su vez, lo conserva en su locura antibiótica contra los entes, constantemente mutantes, psicopatógenos de este mundo alienante. Ama viajar, ama disfrutar, cuando lo hace, de actividades sencillas que, junto con alguna reflexión (en ocasiones, felizmente compartida), le otorgan un plus complejo de magia a su existencia: cocinar, dejarse vibrar por la música, etc. El ocio, a veces con culpa, es su compañía más recurrente. Además, pertenece al grupo de poetas Correntinos "lo que sea de quién sea".
En su obra, la naturaleza adquiere un devenir mágico y posibilta lo imposible, aquello que deambula en la imaginación y se torna palpable. Al mismo tiempo, el poeta mira desde sus estados de ánimo y modifica el mundo que lo rodea: lo hace propio y lo suelta al éter.
"Soldado que piensa sabe que la libertad no es consecuencia de más guerras", nos interpela. Sin pensar los sentimientos quedan librados a la contingencia del ambiente. Su cuerpo y la realidad son uno, completandose en una dialéctica simbiótica de espejos que se miran. De esta forma, nos invita a hacer un parate y reflexionar cada situación diaria desde una poética consciente y nos anticipa que sólo sabe el que conoce. Y sólo conoce y crea conocimiento, aquel que puede sensibilizarse entendiendo la realidad.
Inventariando el olvido
El cuento que estoy contando para no darme a conocer.
El vino que estoy esperando me anestesie el padecer.
La ocasión que rompo en mil pedazos para no dar lugar al volver.
El comienzo del ocaso que imagino e intentaré no ver.
Los platos sucios de la espera insatisfecha.
Mi odio a las estadísticas, mi rechazo a las fechas.
Mi burda melancolía que hoy se burla de las viejas quimeras.
Tu rostro en el retrato de la conquista de la que me retracto.
Mover los muebles para confundir a mi inconsciencia,
para cambiar el código de sombras de los rincones
donde se me tiende a anclar la mirada a la vera de tu ausencia.
El cúmulo de recuerdos que fabrican trampas en los cajones.
Partido por el desvelo, saldré a la calle con mi alma en carne viva;
sé que el sol me esperará detrás de alguna esquina
para darme en el medio del pecho con su más filosa lumbre.
Mientras la casualidad siguirá haciendo y deshaciendo rimas
como se espera en lo agridulce de la trágica costumbre.
Paralizaste los rayos escondidos tras tus ojos
para empuñarlos y así arañarme el pecho,
desde las sombras cristalinas de tu mirada,
y cada zarpazo era tan inconmensurable
como cada una de tus lágrimas.
Navegante de tanto remolino negro
enraizado en el lecho angustia,
ese poderoso tramo infinitesimal donde anclamos
sin permiso, sin noción de lo que hacemos.
Estamos tan a la deriva, tan irresueltos.
Por mi parte, tan abierto a cerrarme los poros
y que todo el humo de las fábricas infames
me vaya tapizando por dentro de necrótica condena.
Hay una casa que sólo reaparece bajo la lluvia
sobre el mismo pantano que transito.
Hay alguien a quien llamo desde su puerta sin cerrojo,
pero las llaves se han deshecho en arena fina
para descender de una ampolla a otra
a través del cuello estrecho del tiempo,
ceñido de muerte por el torniquete
que le va quitando vida a la existencia.
Soldado que huye
no sirve para otra guerra.
Soldado que huye de la paz
solo sirve para la guerra
y adolece de su propia libertad.
Soldado que huye
hacia otra guerra
huyendo acabará.
Soldado que piensa
sabe que la libertad
no es consecuencia
de más guerras.
Soldado que piensa
sabe lo que vale
y empeña su coraje,
para hacerlo en libertad.
Soldado que piensa
sirve para la paz.
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